El dióxido de cloro (ClO2​) actúa fundamentalmente como una molécula transportadora de oxígeno, un elemento vital para la supervivencia de cada célula en nuestro cuerpo. A diferencia de la sangre, que también transporta oxígeno, el dióxido de cloro lo suministra de forma paralela, complementando este proceso esencial.

Este compuesto, a pesar de su nombre, no contiene una molécula de cloro, sino un ion de cloruro sódico, similar a la sal común que utilizamos en nuestras comidas. De hecho, la sal es tan crucial para la vida que nuestro cuerpo contiene aproximadamente 300 gramos.

El dióxido de cloro es una sal con una carga electromolecular única. Cuando esta carga se libera, no solo proporciona energía y oxígeno al cuerpo, sino que también tiene la capacidad de eliminar agentes patógenos. Su efectividad radica en su interacción con elementos dañinos como bacterias, virus, hongos y iones «spike», todos los cuales suelen poseer una carga positiva y un carácter ácido. Al reaccionar con estos patógenos, el dióxido de cloro libera oxígeno directamente donde más se necesita.

Este mecanismo permite que las células se recuperen, los patógenos sean eliminados y, en consecuencia, las personas experimenten una rápida mejoría, incluso en ausencia de una enfermedad declarada.